Antigua, como su nombre sugiere, fue la primera capital de Guatemala (1543-1773), título que perdió tras una sucesión de terremotos que llevaron a las autoridades españolas a mudarse a Ciudad de Guatemala. Pese a perder la capitalidad, Antigua sigue siendo hoy día la principal ciudad (turística) del país y la vía de acceso de gran parte de los visitantes. No es infrecuente que los recién llegados vayan directamente desde el aeropuerto de La Aurora, en Ciudad de Guatemala, hasta Antigua, a solo 40 kilómetros. Justamente lo que hicimos nosotros. Precisar que antes de Antigua hubo una primera capital a unos pocos kilómetros en lo que hoy es San Miguel Escobar, pero solo durante 16 años.
 |
En el exterior del aeropuerto La Aurora tras un viaje de quince horas desde Vigo |
El 23 de enero iniciamos el viaje a primera hora de la mañana en Vigo y, tras una mínima parada en Barajas, continuamos hasta Ciudad de Guatemala. Salimos de Madrid con una hora de retraso debido a que el finger se atascó y el avión no podía moverse. Aunque el trayecto dura unas doce horas, la magia de volar hacia el oeste hizo que a las cinco de la tarde hora local estuviéramos allí, medianoche para nosotros. Pero en el exterior tuvimos que aguardar un buen rato hasta que nuestro transporte hizo su aparición. Era para un traslado corto que se alargó lo indecible por un atasco generalizado. Resultado, eran casi las nueve de la noche guatemaltecas cuando finalmente recalamos en el hotel.
La elección del viaje partido, una quincena en Guatemala y otra en Costa Rica, fue objeto de sesudos debates en el grupo. Dos años antes estuvimos a punto de ir un mes entero a Costa Rica, pero lo desechamos (sitio caro y un país pequeño sin ciudades de interés) por Colombia. Esta vez pensamos inicialmente en dedicar la estancia al completo a Guatemala. De nuevo dudamos y la solución fue mitad y mitad.
 |
En la puerta de la terminal fue evidente la abundancia de población indígena |
Salimos de La Aurora tras un digamos extraño control de Inmigración, del que nada sabíamos. Antes de recoger el equipaje, dos funcionarios en un pequeño mostrador informaban de que obligatoriamente había que cubrir un formulario por pareja en un ordenador. No acertábamos y amablemente nos ayudaron, pero dudamos de su utilidad. Unos metros más allá otra empleada preguntaba si lo teníamos, y con una respuesta afirmativa y mostrar un código de barras en el teléfono desde la distancia era suficiente. La operación se repetiría a la vuelta de Costa Rica.

Esa fue otra. Nuestra idea inicial era viajar a Guatemala, seguidamente a Costa Rica y desde allí regresar a España. No hubo tal pues encarecía el viaje. Así que regresamos a Guatemala, hicimos un vuelo interno a Flores-Tikal (tres días en la zona de las ruinas mayas) y vuelta a la capital para encaminarnos a casa. A mejor precio que hacerlo desde la capital costarricense.
Respecto al traslado a Antigua, fue un poco vamos a llamarlo ajetreado: teníamos un regalo de Booking para ir gratis como clientes frecuentes. Nunca había pasado, pero nos fiamos de la plataforma. Al llegar, tras muchas gestiones y cierta incertidumbre (pensamos incluso en pasar y contratar una furgo), a la hora y media apareció... un coche pequeño, insuficiente para seis personas y seis maletas. Un rato después llegó un segundo coche porque, al parecer, el original había quedado descartado por algún problema. Así que en dos grupos hicimos un traslado que nos llevó hora y media para 40 kilómetros. Salir de Ciudad fue difícil con el tráfico atascado y en ocasiones bloqueado, especialmente en la enorme plaza del Obelisco, que costó treinta minutos sortear.
 |
Listos para desayunar tras la primera noche en Quinta Vista Verde |
Anécdotas aparte, a las diez de la noche (cinco de la madrugada para nosotros) nos metíamos en cama para intentar dormir. A la mañana siguiente estábamos listos para empezar a superar el jet lag y conocer esta joyita llamada Antigua, Patrimonio de la Humanidad desde 1979. En el camino desde el aeropuerto, la noche anterior, pese al cansancio nos llamaron la atención enormes carteles publicitarios de productos de todo tipo, e incluso de carácter religioso, a veces sobre la carretera, y el encadenamiento de gasolineras y establecimientos de comida rápida de las marcas de siempre.
 |
Nuestro primer desayuno en el jardín-terraza del establecimiento |
El
hotel Quinta Vista Verde de Antigua fue un afortunado hallazgo (216 euros tres días de habitación con desayuno). Está un poco lejos del centro, casi media hora caminando, y de hecho se sitúa en el vecino municipio de Jocotenango, conectado con Antigua sin espacio alguno por medio. Ubicado en una casona con patio de estilo colonial, tiene seis habitaciones en la planta superior. Lo puso en marcha hace solo un año Edgar, un auditor bancario jubilado, con el que mantuvimos una larga charla en uno de los desayunos. Nos explicó que había decidido seguir en activo y que tenía planes para ampliarlo con varias habitaciones en la planta baja. Respecto a los atascos entre Antigua y Ciudad de Guatemala, nos confirmó que es un problema que viene de lejos, y que para ir a trabajar a la capital salía a las 4:30 de la mañana, garantizando así que llegaba a tiempo.
 |
Espectacular tostada de aguacate con huevo frito y fruta |
El precio incluía desayuno, con varias opciones a cual mejor, y sin duda la tostada de aguacate con huevo fue la preferida.
 |
Patio ajardinado junto a la terraza, con una escalera de caracol al fondo para subir a las habitaciones (planta superior)
|
 |
Volcán de Agua desde Antigua, uno de los tres situados en su cercanía |
Desde el mismo alojamiento fotografiamos el Volcán de Agua, uno de los que circundan esta ciudad de unos 50.000 habitantes volcada en el turismo. Los tres principales están próximos entre ellos y superan ampliamente los 3.000 metros de altura. Pero no son los únicos, de hecho nosotros elegimos el volcán Pacaya (2.500 metros) para una excursión por sus laderas. Desechamos el Acatenango ya que la ruta, muy exigente, dura seis horas y se duerme en la cumbre para ver el amanecer. Excesivo para nosotros. El tercero es el volcán de Fuego.
 |
Calle que lleva desde nuestro hotel hasta el casco urbano de Antigua |
Gran parte de Antigua está empedrado, lo que realza su sabor colonial, aunque no es lo más cómodo para el peatón y para los coches. La ciudad está situada a 1.500 metros sobre el nivel del mar, y eso se nota en la temperatura, que no tiene nada que ver con la de la costa caribeña o la del Pacíficio
 |
Antigua, diseñada con calles en forma de tablero de ajedrez |
Es una urbe diseñada con el modelo habitual de calles rectas y cuadrículas, normalmente de casas bajas o de poca altura. Inspirada en el renacimiento italiano, sus principales edificios corresponden a los siglos XVII y XVIII, ejemplos de arquitectura colonial conocida como barroco antigüeño
En general es una ciudad cuidada, casas bien mantenidas y repintadas con colores vivos, aunque los tejados de uralita y metálicos abundan.
 |
Lateral de la plaza principal de Antigua, normalmente muy animada |
La Plaza Central o de Armas es el eje de la vida ciudadana, con una zona ajardinada central, un amplio vial perimetral empedrado y los principales edificios oficiales en sus márgenes.
Siempre llena de gente y vida, incluidos numerosos vendedores ambulantes, que no agobian en absoluto.
 |
Edificio del Ayuntamiento de Antigua |
En uno de los laterales de la plaza luce el Palacio del Ayuntamiento, que data de mediados del siglo XVIII, con su doble arquería de columnas toscanas de piedra.
 |
Vendedor de helados con su carrito |
En el caso de los vendedores de helados, se identifican por el curioso carrito-coche que utilizan, siempre con un elemento sonoro para darse a conocer. Nos recordó la similitud con Sri Lanka, donde la pegadiza musiquilla que utilizaban era infumable... pero reconocible.
 |
Arco de Santa Catalina, símbolo de la ciudad, y el volcán bajo nubes |
Siendo un casco urbano relativamente pequeño es fácil recorrerlo y encontrar sus monumentos. El más publicitado, de hecho el símbolo de la ciudad, es sin duda el arco de Santa Catalina, donde sí o sí acude todo turista que aquí llega. Pertenecía al convento de Santa Catalina, abandonado tras el traslado de la capitalidad, y ahora es propiedad municipal mientras el vecino claustro tiene titularidad privada. A finales del siglo XIX se le añadió la torrecilla para colocar el reloj. La foto ideal implica aprovechar el momento en el que las nubes permiten encajar en el arco el volcán de Agua, lo que no nos fue posible.
Y en las tiendas de la zona una de las ofertas más llamativas son las máscaras, con una variedad que roza el infinito. Normalmente se ofrecen como productos originarios y diseñados por comunidades indígenas. Las veríamos por todos los lugares que visitamos, habitualmente de madera de balsa, tan liviana que parece corcho. Los precios, salvo excepciones, que las hubo, no eran baratos.
 |
Restos de la antigua Catedral de San José |
Parte del tesoro arquitectónico de Antigua son ruinas de antiguas construcciones, caso de la vieja Catedral de San José, que pertenecía a la Catedral Primada de Santiago de los Caballeros, nombre original de Antigua. Se permite la visita a un recinto del que solo se mantienen en pie las paredes (2,5 euros, el doble que los nacionales), tras su destrucción en los terremotos de Santa Marta de 1773 que provocaron que la capitalidad pasara a Ciudad de Guatemala.
 |
Imagen de lo que fue la imponente catedral antes de los terremotos de 1773 |
Lo más interesante de la visita son los dibujos que reconstruyen lo que fue la catedral y su interior, de gran calidad y detalle. Permiten al viajero imaginar el pasado del templo antes de su destrucción parcial.
 |
Interior actual de la catedral |
Algunas zonas han sido rehabilitadas de forma que se identifica la parte no original. Su finalidad es reforzar la estabilidad del recinto y evitar derrumbamientos.
 |
Contraste entre lo que fue este ábside y lo que ahora existe |
Los gráficos del antiguo templo permiten al viajero imaginar sin demasiado esfuerzo como fue la semi desaparecida catedral y su lujosa decoración interior.
 |
Calle de Antigua, casas con artesonados, bien pintadas y suelos empedrados |
Monumentos al margen, el sabor que desprenden las calles céntricas de Antigua son lo más atractivo de la ciudad. Algunas, como la de la imagen, son claramente residenciales y hoteleras, pero en las comerciales se ha cuidado que no haya letreros que contaminen el conjunto.
 |
Lavadero público de El Tanque La Unión (1853) |
Causa cierta sorpresa la aparición en una plaza de lo que parece un lavadero diferente a lo habitual, con 22 puestos individuales en lugar de una pileta común. En ellos podía estar la ropa a remojo con independencia, un recuerdo de tiempos en los que muy pocos inmuebles disponían de zona para lavar la ropa y ni pensar en agua corriente. Está en pleno centro, a un par de manzanas de la plaza central, y hoy se integra en un recinto ajardinado. Sufrió daños en el terremoto de 1976 y fue reconstruido tres años más tarde.
 |
Iglesia de la Merced, que alberga la imagen de la Merced más antigua del país |
En los recorridos por Antigua, donde pernoctamos las tres primeras noches en Guatemala, no seguimos ningún orden preestablecido. Sabíamos, sí, las cosas dignas de ver, pero las fuimos encontrando en nuestros paseos. Por ejemplo, la iglesia de la Merced, de mediados del siglo XVIII, inaugurada unos pocos años antes de los terremotos... pese a lo cual permaneció intacta. Supuestamente, por los medios de construcción empleados. Cuando llegamos estaba cerrada para visitas, pero esperamos y la conocimos finalizada la misa.
 |
Los visitantes pueden recorrer el tejado y disfrutar las vistas |
Así pudimos recorrer sus dependencias, tejado incluido, principalmente por las vistas sobre Antigua y sus alrededores.
 |
Imagen aérea del Arco de Santa Catalina desde la Merced |
Desde lo alto de esta iglesia, una de las principales, se tiene una visión diferente del arco de Santa Catalina, curiosamente con los mismos colores que el templo.
 |
Fuente de Pescados en un patio de la iglesia de la Merced |
En un patio porticado del recinto se encuentra la Fuente de Pescados, también del XVIII, aunque restaurada en 1944. La impresión que ofrece ochenta años después es que precisaría otra adecuación dado su deterioro. Con forma de lirio acuático, es una de las fuentes coloniales más grandes de América latina y su simbología enlaza con la de los pueblos mayas.
 |
Antigua ocupa una planicie rodeada de montañas |
Revisamos la ciudad desde este mirador y tratamos de ubicar los edificios y las zonas que ya habíamos recorrido.
 |
Volcán de Agua, omnipresente aunque casi siempre oculta su cumbre |
Acabada la visita al templo decidimos subir al mirador del cerro de la Cruz, un pequeño monte desde el que igualmente se divisa una panorámica excepcional. La subidita implica ascender 320 escalones en medio de un bosque con zonas de recreo y ocio para los antigüeños, tras llegar hasta su base desde el centro de la ciudad.
 |
Descanso en medio del descenso desde el Cerro de la Cruz |
Haciendo la subida encontramos a un supuesto bombero uniformado que pedía con una hucha ayuda para el cuerpo. Realmente, nos pareció raro que un servicio de este tipo se financie con donaciones de paseantes, pero tampoco era cosa de preguntarle quien controlaba el dinero que obtenía.
 |
Complejo cafetero y de ocio La Azotea |
La primera de las noches descubrimos una finca cafetera situada muy cerquita de nuestro hotel.
La Azotea, cuenta con varios restaurantes. Nos acercamos allí para disfrutar una cena temprana ya que cerraba muy pronto, pero como no habíamos comido todo encajaba. Nos chocó que nos cobraran entrada por acceder a la finca solo a cenar, pero era una cantidad asumible. Y como lo que vimos parecía interesante volvimos a los dos días para un recorrido detallado. La cena estuvo bien: tortitas de camarones, parrillada de carne y postres ricos y enormes, uno de ellos la Pavlova que desde el viaje a Nueva Zelanda emociona a uno de los viajeros. Allí conocimos la cerveza local Gallo, que nos acompañaría todo el viaje, muy rica. Salimos a 22 euros por persona.
Es un recinto de gran tamaño donde cultivan café pero también otros productos agrícolas. En paralelo, ofrece diversas actividades de ocio para familias, al parecer con éxito (3.000 visitantes al mes) y un interesante museo del café.
En principio la producción de café no nos atraía ya que habíamos estado dos años antes en Colombia en un tour cafetero, donde nos empapamos de todo lo relacionado con su siembra, recolección y elaboración. Sin embargo, el museo estaba muy bien montado y resultó interesante.
 |
Explanada donde proceden al secado de los granos de café |
La finca se puso en marcha en 1883 y un cuarto de siglo después fue modernizada, por lo que es un lugar con mucha historia cafetera.
 |
Además del café allí se cultivan otros productos agrícolas |
Durante un buen rato recorrimos el museo y después la finca. Era una mañana de domingo y había numerosas familias disfrutando de la jornada.
Y como punto final a Antigua, señalar que visitamos un mercado de artesanía en pleno casco urbano que nada tenía que ver con los mercadillos. Diseñado en estilo vagamente colonial, alrededor de varios patios porticados, allí existen numerosos puestos, similares y de igual tamaño. Había de todo lo que se suele ofrecer a un turista.
Sin embargo, al irnos descubrimos en las inmediaciones otros mercadillos llamémosle clásicos: uno al aire libre, con puestos que se instalaban cada día, bastante desastrado, y a su lado una enorme nave con productos similares. Ambos los vimos de pasada tras haber dedicado un rato al de los patios.
 |
Cementerio de Jocotenango, pegado a la finca La Azotea |
Como despedida de la ciudad, una imagen del camposanto de este municipio pegado a Antigua. A lo largo del viaje veríamos otros cementerios, todos ellos coloristas y muy diferentes de los de Costa Rica, normalmente blancos y más austeros.
VOLCAN PACAYA
La tarde del segundo día en Antigua la dedicamos al
volcán Pacaya, haciendo un tour guiado que consiste en ascender por una de sus laderas y llegar a un nivel alto, aunque ni mucho menos al cono. Y allí pasear sobre la lava antes de descender por otra ruta. Elegimos la opción de viaje organizado, con una furgo que nos recogió en el hotel (14:00 horas) y nos llevó al acceso, donde nos esperaba un guía. La gestionamos a través del hotel y aparte pagamos cada uno 12,5 euros por la entrada y otros 25 por el traslado y el guía.
 |
David (19 años), nuestro guía, explicándonos como iba a ser la excursión |
El camino en la vetusta furgoneta que nos enviaron duró una hora y media, pero sirvió para conocer el panorama de los alrededores. El conductor nos recogería al terminar para devolvernos al hotel. En el acceso nos identificaron con una pulsera, que nadie revisó, y tras las instrucciones correspondientes nos pusimos en marcha.
 |
La ruta es accesible, pero en la primera fase todo subida y muy empinada |
David ya nos dijo que hay gente a la que le cuesta subir, por lo que existe siempre la opción de alquilar un caballo. Para ello nos acompañaba en la retaguardia un chavalito, Jorge, de 11 años, llevando uno del ronzal. Afortunadamente, nos dimos cuenta de que era sábado, por lo que cabía la posibilidad de que el niño asistiera al colegio y en fines de semana hiciera esta labor. A lo largo del trayecto comentaríamos el tema con ellos, ambos muy sociables.
 |
En el grupo hubo quien al rato decidió utilizar el caballo de Jorge para subir |
La subida fue empinada, bastante dura, pero con el terreno seco resolvimos bien la caminata, casi todo el rato bajo un agradable bosque.
En los descansos, David nos daba información sobre el camino y también relativa al volcán, uno de los más activos del país. En lo que va de siglo entró en erupción en mayo del 2010, provocando daños y dos muertos. La columna de ceniza alcanzó una altura de 1.500 metros y obligó a cerrar el aeropuerto de Ciudad de Guatemala durante cinco días. Hubo otra erupción posterior en marzo del 2014, ya sin víctimas.
 |
Cumbres volcánicas que divisamos durante la ascensión al Pacaya |
En cuanto alcanzamos cierta altura, los miradores ofrecían una vista del valle y al fondo tres impresionantes volcanes: Fuego, Acatenango y Agua, un paisaje espectacular. Por supuesto no estábamos solos, había muchos grupos y en ocasiones coincidíamos en el camino.
 |
El viento bailaba las nubes y a veces se escondía el propio Pacaya |
Hicimos un trayecto cuesta arriba de 3,5 kilómetros, y otros tantos de descenso.
El panorama que disfrutamos cambiaba cada rato, pero era de gran belleza sobre todo a la luz del atardecer. Estábamos encantados. Y, desde luego, satisfechos de haber desechado el Acatenango, imposible ya para nosotros. Curiosamente, la mañana siguiente nos encontraríamos en una calle de Antigua a un español con una pierna lesionada, que malamente caminaba con muletas y con una bota especial para comprimirla. Nos explicó que había venido por un mes a Guatemala, y que al poco de llegar subió al Acatenango lesionándose en la bajada.
 |
Paisaje de lava de las recientes erupciones del Pacaya |
Alcanzada la parte más alta de la ruta, donde la temperatura era considerablemente más baja, nos encontramos con un paisaje de bosques interrumpidos abruptamente por grandes extensiones de lava. David explicó que correspondía a las últimas erupciones, y aprovechamos unos senderos para recorrer la zona.
Por encima de las piedras de lava seca es imposible andar, son irregulares y cortantes. Nos llevó a algunos puntos donde se veían pequeñas fumarolas y acercando la mano a los huecos donde brotaban se notaba el calor, casi servían para cocinar. La actividad volcánica del Pacaya se mantiene y lo pudimos comprobar.
 |
Iniciando el descenso del Pacaya para evitar la noche |
Íbamos provistos de linternas, pero el objetivo del guía era llegar al punto donde nos esperaban furgoneta y conductor antes de que fuera noche cerrada y, aunque por los pelos, lo conseguimos.
El camino final, lógicamente, era descendente, pero no por ello cómodo. La lava del sendero se había transformado aquí en arena y era preciso avanzar con cuidado para no resbalar.
 |
Imagen de despedida del Pacaya, ya con los últimos rayos del sol |
Y así, ya de noche, llegamos al aparcamiento y regresamos al hotel. Previamente, David nos había explicado que dejó la secundaria a los 15/16 años, que no le gustaba, y desde entonces es guía y contento, "trabajo que puedo hacer gracias a que vienen ustedes, los turistas". Respecto a Jorge, sigue acudiendo a la escuela, pero por las tardes y los fines de semana "ayudo a mis papás". Nosotros, obviamente, le aconsejamos que en ningún caso dejara la escuela. A lo largo del viaje veríamos más casos de niños trabajando, más en Guatemala que en Costa Rica.
Llegamos al hotel un poco tarde, llenos de polvo y cansados, pero contentos. No nos apetecía ponernos a buscar un sitio y salir a cenar, así que con la ayuda del chico de recepción pedimos unas pizzas de las que dimos buena cuenta en el comedor del desayuno. A la mañana siguiente, tras nuestro paseo por la cercana finca La Azotea, a las 12:30 ,vino a buscarnos el transporte que habíamos contratado por nuestra cuenta para llevarnos a Panajachel, en el lago Atitlán, siguiente etapa del viaje.