San José no es un destino turístico ni una urbe que atraiga visitantes por su arquitectura o historia. Simplemente, es una ciudad normalita, no demasiado grande (360.000 habitantes), que ostenta la capitalidad de Costa Rica, un país que supera los cinco millones de habitantes. Pese a ello, decidimos buscar alojamiento para una noche y conocerla aunque fuera muy por encima, por aquello de aprovechar la coyuntura.
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La avenida Central es una importante arteria comercial peatonal de la ciudad |
Llegamos un sábado al mediodía y nos marchamos veinticuatro horas después. Nada más instalarnos y después de un viaje de cinco horas, llamamos a un uber XL donde cabíamos todos, y nos dirigimos al centro, donde callejeamos sin más, a ciegas. Cuando nos cansamos, buscamos un restaurante que nos habían recomendado. Amenazaba lluvia, pero no terminó de caer mientras paseábamos por la avenida Central, muy animada.
El conductor del uber resultó una persona curiosa: empleado de banca de lunes a viernes y los fines de semana taxista para mejor mantener a su familia. Vive a 30 kilómetros de San José y, para evitar los atascos, que los vimos de todos los colores, suele venir en moto. Su mujer es peluquera, tiene dos hijos y nos reconfirmó que la vida en Costa Rica es muy cara también para ellos. Ayuda también su mujer trabajando algunos días como peluquera, cobra por ello 20 dólares diarios.
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Popular escultura de La Chola en la avenida central |
En dicha avenida nos encontramos con una escultura llamativa, La Chola, una enorme mujer negra de la que existen dos versiones. La segunda se llama La nueva Chola, más reciente y aún más desmesurada que su hermana gemela y se encuentra en el extremo oeste de la misma avenida Central. La original, de 2,1 metros de altura y 500 kilos de peso, en bronce, es obra del artista Manuel Vargas. Evoca una mujer de amplias caderas y músculos recios que evidencian sus largas jornadas de trabajo bajo el sol en las pampas guanacastecas, la región más occidental del país.
Fue un rato agradable viendo los comercios centrales de la ciudad y la gente paseando en su tarde ociosa de sábado.

Aprovechamos para visitar el Mercado Central, que nos encontramos en nuestra ruta. Nos recordó al de Ciudad de Guatemala, un laberinto de pasillos atestados de tiendas y gente, pese a la hora tardía de un sábado por la tarde.
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En el patio central del apartotel tras instalarnos |
Respecto al alojamiento, reservamos dos apartamentos en el
apartotel Obelisco, cerca del aeropuerto, que era lo que nosotros necesitábamos. Cada uno tenía capacidad para cuatro personas, así que nos sobraba espacio.
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Solitaria pero lista para ser utilizada |
Los apartamentos dan en su mayoría a la piscina, que se encontraba en perfecto estado, y algunos del grupo decidieron probarla y se dieron un bañito rápido pero muy agradable

Los apartamentos se distribuyen en dos plantas: abajo un amplio salón con cocina perfectamente equipada y una habitación con baño más un segundo aseo de uso general; y en la superior, habitación enorme igualmente con baño. Estaba muy limpio, bien decorado, y en la entrada del recinto, desde una amplia garita elevada, un vigilante controlaba el acceso y abría la puerta. Ni que decir tiene que los muros estaban coronados por concertinas, como muchos otros en la ciudad, en Costa Rica y en Guatemala. Completa seguridad. Nos pareció un sitio agradable para una estancia de trabajo, que no era nuestro caso. Precio, 120€ cada apartamento.
En nuestro paseo casual encontramos el edificio de la asamblea legislativa de Costa Rica en un área donde se veían otros destacados, como el museo del jade y arte precolombino.
Se trata de un inmueble moderno (construido entre 2012 y 2014) de cinco plantas, que permite exhibir toda su colección, caso único en San José, aunque el museo existe desde 1977. Su fondo incluye 2.500 piezas de jade y casi 7.000 de cerámica y piedra de la época precolombina.
Íbamos de camino al restaurante
Nuestra Tierra, en el que había comido el hijo de uno de los viajeros y su familia años atrás. Estuvo bien, un poco carete, y de nuevo sugirieron que al 10% del servicio más un 13% de impuestos (estos últimos normalmente ya incluidos) añadiéramos una propina. Otra vez hicimos la cobra y zafamos, no tenía sentido salvo sangrar al turista. Acabada la cena, un segundo uber y al alojamiento.
Al día siguiente madrugamos para poder hacer una visita guiada por el interior del
Teatro Nacional, posiblemente el edificio más interesante de la ciudad. Pese a ello, no tuvimos otra opción que aceptar un tour en inglés, los de español disponibles no encajaban en nuestro horario. En el exterior se exhibe la estatua de una flautista de la imagen superior.
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Fachada del Teatro Nacional, inaugurado en 1897 |
La construcción de la que hoy es la principal joya arquitectónica de San José se inició en 1891, cuando la ciudad tenía no más de 20.000 habitantes, y a lo mejor eso explica su reducido aforo.
Sin embargo, es una obra en la que no se escatimaron gastos para materiales caros y maderas preciosas, que se financiaron con un impuesto especial al café. En realidad, es un proyecto que buscaba evidenciar la estabilidad económica del país en aquel momento.
El patio de butacas es un recinto llamativo, semicircular y con palcos en tres alturas, pese a lo cual solo totaliza 850 localidades. Una curiosidad que no explicó al guía es que el suelo de la sala puede elevarse hasta el nivel del escenario, con lo que quitando las butacas queda una excepcional y amplia sala de recepciones. Esta operación se lleva a cabo al menos cada cuatro años para la toma de posesión del presidente del país.
Un avance social de estos palcos es la tercera y última planta que, con bancos corridos, se reservaba para gente de clase trabajadora. Pero, siempre hay un pero: para que no se mezclaran con el resto del público entraban y salían por una puerta diferente.
Este patio de butacas no tiene foso para la orquesta, y cuando se precisa es necesario quitar algunas filas de asientos para hacer sitio a los músicos.
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Sala de descanso del teatro, casi una estancia palaciega |
Los estucos en las paredes, mármoles, las pinturas, los adornos y esculturas, el suelo de madera conforman un recinto cultural de nivel. El salón del descanso, para los entreactos, podría perfectamente ser un salón de algún palacio de una ciudad europea.
Existe una pintura mural de grandes dimensiones en el techo de las escaleras interiores titulada Alegoría del café y el banano. Se trata de una obra con historia, óleo pintado en Italia por Aleardo Villa, un artista que nunca pisó Costa Rica.
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Obra que decora el techo del teatro pese a sus errores |
Las telas fueron enviadas por barco y luego colocadas en el techo, y es una obra muy vistosa, pero con errores de bulto fruto de su desconocimiento del país. Los trajes de algunas personas no son precisamente vestuario tico y Villa coloca del revés la piña de plátanos que allí aparece. Si hubiera estado en Costa Rica no hubiera pasado. El lienzo describe la vida del país sobre la base del modelo agroexportador de esos dos productos.
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Patio de butacas, que con los palcos solo totaliza 850 asientos |
Seguimos con atención las explicaciones del guía, subimos a la sala de descanso y nos sentamos todo el grupo en los palcos, donde una actriz hizo una pequeña performance y después nos acompañó como guía. En el grupo estaban estudiantes de español norteamericanos de Nuevo México, con algunos profesores, que mostraron su extrañeza porque el palco reservado al presidente estuviera pegado a los demás, no lo veían seguro. Una de las profesoras era sevillana con muchos años en USA y casada con un norteamericano.
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Catedral Metropolitana de San José |
En nuestro paseo dominical visitamos la catedral, un templo planificado a partir de 1813, cuando las Cortes españolas concedieron a San José el título de ciudad y sus dirigentes se plantearon un recinto acorde con esta circunstancia. Sin embargo las obras comenzarían años más tarde, en 1825, cuando el país ya era independiente, y fue inaugurada solo dos años más tarde. En cualquier caso, tendría que esperar a 1850 para ser designada catedral. En ese emplazamiento existía ya una iglesia.
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Interior de la catedral de San José, muy concurrida en la misa dominical |
El templo ahora luce brillante y bien conservado, pero en menos de dos siglos de historia ha sufrido el paso del tiempo y algunos terremotos. Debido a ello se realizaron en varias ocasiones obras de mejora, que incluyeron el cambio del tejado, reforzamiento general y construcción de una cúpula.
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Monumento regalado por el dictador nicaragüense Anastasio Somoza |
Delante de la catedral, presidiendo el Parque Central, se encuentra una extraña obra que parece una araña gigantesca. Su origen no es muy conocido, se trata de un regalo del presidente nicaragüense de entonces, el dictador Anastasio Somoza, a su colega costarricense Rafael Calderón Guardia.
Nos pareció de una belleza más que discutible (por no decir horrorosa) para la plaza principal de San José. Y su origen, aún más discutible.
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Teatro popular Melico Salazar |
En nuestro devenir encontramos algunos otros edificios interesantes, de los que en esos momentos no sabíamos nada ni teníamos tiempo de visitarlos. Es el caso del Teatro Popular Melico Salazar, iniciativa de un emigrante español, José Raventós, que lo levantó entre 1927 y 1928 debido a su gran afición a la zarzuela y operetas. Está también en la plaza de la catedral, denominada Parque Central.
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Iglesia neogótica de La Merced |
Intentamos hace un paseo alejado del centro buscando el edificio del ayuntamiento, pero hubo un error, nuestro y de Google Maps. Aún así, nos alejamos algo más de un kilómetro del centro, comprobando que fuera de los primeros anillos la ciudad se transforma... y pierde, casas todas bajas, calles sin el menor interés y poco cuidadas, incluso sucias, atestada de concertinas y vallas electrificadas en las casas. En esta caminata nos encontramos con la Iglesia de la Merced, templo neogótico que en su actual aspecto data de los últimos años del siglo XIX. Antes hubo allí otro templo, destruido en un seísmo.

Antes de dar media vuelta y regresar al alojamiento para ir al aeropuerto (¡vaya precios!, puede que Barajas sea barato y no lo sepamos, agua mineral a 8,50€) y volar a Ciudad de Guatemala, nos encontramos este cementerio, del que nada sabemos y que solo fotografiamos por su diferencia con los que habíamos visto en Guatemala. Desde luego, en colorido y diseño de las tumbas nada tienen que ver. Una vez en Guatemala, viajamos a Tikal, pero esta parte ya esta contada. Después, regresamos a Galicia vía Madrid, de lo que daremos cuenta en la siguiente y última entrada de este blog.
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