viernes, 17 de enero de 2025

10) Despedida por todo lo alto en Corcovado y Bahía Drake

La etapa final de Costa Rica, dejando de lado la parada final en la capital, San José, discurrió en la península de Osa, un saliente en la costa, casi una nariz, ya muy cerca de la frontera con Panamá. Viene a ser como un segundo Tortuguero: hay que llegar en barco y una vez allí carreteras primitivas sin asfaltar. Bueno, en realidad existe la opción del coche, pero mediante un largo rodeo que los viajeros eluden, nosotros también.

Vista de Bahía Drake desde el mar, con una estructura urbana irregular 

Bahía Drake es una muy pequeña población, poco más de 2.000 habitantes, dotada de playas excepcionales y naturaleza selvática, ubicada junto al parque nacional Corcovado, un recinto que lleva a los turistas a esta esquina de Costa Rica.

Árbol impresionante de Corcovado

Corcovado es un parque muy vigilado y reglado, te registran al entrar para que no lleves comida cuyo restos puedan variar los hábitos de la fauna. Y está limitado el acceso, nos dijeron, a 240 personas diarias en el punto en el que desembarcamos. Incluye amplias extensiones de bosque primario donde no ha actuado el hombre. Obviamente, lo visitamos.

Muelle de Bahía Drake, se sube y baja desde el agua de la playa

En Bahía Drake no hay muelle, ni de madera ni de obra ni de andar por casa como el de Panajachel. Nada. Las embarcaciones llegan, se dan la vuelta, un propio se tira al agua para intentar controlarla, los viajeros empiezan a descender descalzos y remangados los pantalones, y ellos bajan o suben el equipaje. Pero todo sin problema, ¡pura vida! 

La arena fina y el agua templada ayudan en los abordajes 

Eso sí, hay un proyecto de muelle y nos enseñaron el sitio previsto, pero de momento no avanza. Responsabilizan de ello a la excesiva preocupación conservacionista y ambiental del gobierno. Mientras se hace realidad, los viajeros tienen que apañárselas como pueden y el personal del transporte sudar cuando las condiciones son difíciles. De hecho, con oleaje ligero ya tienen problemas y no imaginamos que harán con un mar algo bravo.

Recibimiento en Sierpe con una banda de perros en fase descanso

El viaje de Quepos a Sierpe, donde embarcamos para Bahía Drake, fue relativamente corto, unas dos horas para cubrir 118 kilómetros (82€). Esta vez con buena carretera, posiblemente la mejor del viaje, pero muy concurrida. Salimos a las ocho de la mañana para garantizar que estábamos a tiempo para el barco de media mañana. No hubo el menor problema.

Desayuno en Sierpe, no estuvo mal y repetiríamos a la vuelta

Allí desayunamos en la estación fluvial y pasamos un rato de espera, pero sin agobios. contaban con nosotros. Venía a ser una Pavona como la de Tortuguero, pero más centrada en la hostelería aunque había alguna tienda.

El muelle de Sierpe es casi lujoso visto el no muelle de Bahía Drake

En Sierpe hay un muelle atestado de embarcaciones. El río, del mismo nombre, es la principal vía de comunicación de la zona y se apreciaba mucha actividad. Google Maps da un tiempo de dos horas y cuarto para llegar en coche desde aquí hasta Bahía Drake por caminos complicados; en cambio, el barco empleó solo 40 minutos, un paseo agradable.

Protegidos del riesgo, aunque no de todos

De hecho, barcos con turistas no paraban de salir y llegar. Desde finales del siglo pasado, el ecoturismo es el principal motor de la economía en la zona. Los viajeros se ponen chaleco salvavidas, pero nadie da instrucciones para eludir, por ejemplo, los cocodrilos en un hipotético naufragio.

Mar abierto, Bahía Drake ya estaba cerca

Finalizada la ruta por el río llegamos al Pacífico y caboteamos un poco hasta llegar a Bahía Drake. Es un nombre curioso, y aunque entonces no lo sabíamos, se debe a Francis Drake, al famoso pirata inglés del siglo XVI, que anduvo por la zona y la leyenda dice que aquí enterró parte de sus tesoros. La población local pronuncia en castellano el nombre de la localidad.

Apartamentos Caligo de Osa, donde estuvimos tres días, decentes

En la playa de Bahía Drake nos esperaba un taxi enviado por nuestro alojamiento, Caligo de Osa, e igualmente nos lo facilitó gratis el día que nos marchamos Lo que se ve en la imagen es una parte nueva todavía por estrenar, donde ultiman cuatro apartamentos que sumar a otros tantos existentes. Se encuentran en la trasera, a un nivel inferior, descendiendo por una escalera lateral. Son grandes: amplia cocina dotada de lo imprescindible, dormitorio y baño. La cocina nos sobraba pues hicimos las comidas fuera, pero fue lo que encontramos. Precio, 54€ noche cada uno.


La pareja propietaria, el matrimonio formado por Kendal, hijo de mexicana y costaricense, y un alemán llamado Richard, fueron muy amables. Con Kendal, muy joven, unos treinta años, echamos alguna parrafada y resulta que es médico, pero prácticamente no ejerce. En Costa Rica no se puede hacer la especialidad y necesitan ir a España, Cuba o Estados Unidos. En su caso, estaba ya admitido en Salamanca, pero finalmente decidió quedarse. Únicamente atiende pacientes cuando le llaman del ambulatorio local para sustituciones, que hace encantado. Renunciar a la profesión de su padre con el título en el bolsillo le ha supuesto un difícil enfrentamiento familiar. Una historia sorprendente, inimaginable que el hotelero de un sitio como este sea médico. Aclaró que Richard tenía montado Caligo cuando lo conoció y ahora siguen los dos; y entre ellos se comunican en inglés, aunque Kendal avanza con su alemán. Richard por su parte tampoco es que hubiera estudiado turismo o cosas así, Kendal nos dijo que es farmacéutico. Una pareja peculiar, muy agradables.

Calle de Bahía Drake, un pueblo bastante desordenado

En Bahía Drake no tener coche resultó un pequeño problema ya que el hotel distaba unos dos kilómetros del centro del pueblo, pero a diario hicimos la caminata en ambos sentidos. Con coche alquilado nada cambiaría igual pues lo hubiéramos dejado en Sierpe.

En Kalaluna bistro, comida de cierto nivel a precio no barato

En Bahía Drake fuimos conscientes de que los precios eran elevados, por los bares y restaurantes y también los supermercados, que visitamos en varias ocasiones. Vendían la fruta por piezas, y una manzana costaba un euro o incluso más. El pueblo está alejado del mundo y seguro que les cuesta trabajo traerlo, pero sobre todo para los locales debe ser un problema serio esta carestía.

Risoto de marisco

Pasta también con marisco

Vistosos espaguetis fruti di mare

El trato fue muy profesional y tenían un chef italiano que evidentemente sabía lo que se traía entre manos, con raciones un poco livianas. A cambio, los precios eran algo elevados, con algún plato rondando los 30€. Kalaluna bistro nos gustó. De vuelta a los apartamentos compramos fruta en un súper.

Turistas desembarcando en Corcovado

Tras esta primera jornada en Bahía Drake al día siguiente fuimos al parque nacional de Corcovado. Había dos tours posibles y elegimos el del bosque primario en San Pedrillo (100€ persona, cifra redonda, y el otro todavía más, 110€). Incluía traslado en barco, recorrido por Corcovado, comida y regreso, pero nuestro guía tenía prisa y al final nos dejó tirados a cargo de un compañero. Kendal nos preguntó al llegar y se lo contamos, puso el grito en el cielo y se quejó a la empresa organizadora. Él había hecho de intermediario para vendernos el tour y por tanto era lógico que le diéramos la queja.

Estación de San Pedrillo, donde se inicia el tour del bosque primario 

El tour nos obligó a madrugar. Nos citaron a las seis de la mañana en la playa, pero teníamos media hora de caminata desde el alojamiento, así que a las cuatro y poco estábamos en pie. Queríamos desayunar antes de embarcar, y costó un poco pero lo conseguimos..

Recién desembarcados, pantalones remangados y zapatillas en la mano todavía

Nos interesaba sobre todo el bosque, la fauna quedó en segundo lugar aunque no nos defraudó. Llevábamos vistos ya muchos animales y preferimos la naturaleza. De nuestro grupo se hizo cargo Jairo, además de nosotros dos argentinos muy majos y dos holandeses que obligaban al guía, el que luego regresó sin  nosotros, a traducir al inglés. 

Al desembarcar tuvimos que pasar de uno en uno por la mesa donde un guarda del parque revisó nuestras pertenencias, para que no introdujéramos comida ni fruta ni tampoco botellas de agua de un solo uso. Fue un chequeo un tanto light, pero ya con saber que va a tener lugar consiguen que los visitantes vayan de vacío. Eso sí, una vez chequeadas las mochilas de los visitantes, estos rangers se pasaron el resto de la mañana tirados en una hamaca en una veranda, a la fresca.


El paseo por el bosque fue una pasada. Ejemplares de árboles enormes con lianas como brazos.

Lagartillo o porote, un árbol del jurásico

Jairo nos mostró una especie llamada lagartillo (también porote), un árbol del jurásico que tiene una curiosa forma de defenderse. Observando la imagen superior, se ven como unos puntitos en el tronco. Son pequeños conos puntiagudos que pinchan y hacen mucho daño, impiden que trepe por el tronco cualquier animal, ni siquiera es posible apoyarse. Su madera es muy valorada.


Alucinamos paseando por este bosque, en el que había que ir con cuidado con las raíces superficiales. Y en las alturas vimos algunos osos perezosos dedicados a lo suyo, ni siquiera se despertaban..

Enormes raíces superficiales del higuerón o chilamote

Un caso especial es el de este higuerón o chilamote, de la familia del ficus, que tiene siempre una potente raíz subterránea pero otras, igualmente enormes, en superficie, casi troncos tumbados por su grosor.


Tras un largo paseo por el bosque el guía nos acercó a la costa, para ver fauna. Era un día bonito y localizamos unos cuantos animales de interés, más bien Jairo con su visor.

El visor mágico para los animales en la playa de Corcovado

La playa nos recordó las de Manzanillo y Puerto Viejo, con árboles y ramas casi cubriendo el arenal. igualmente una maravilla.

Utilizando el visor para ver animales e incluso fotografiarlos

El visor, su precisión y sus aumentos fueron claves en esta fase. El color de algunas aves hace que a distancia se confundan con el paisaje y las rocas, pero se localizan con el potente prismático. A continuación algunos ejemplos.

Garza tigre entre las rocas

Fue el caso de esta garza tigre barreteada,  que caminaba con parsimonia entre las rocas y el agua buscando alimento. Cuando íbamos a irnos vimos que había tenido éxito y meneaba en su pico lo que parecía un pececillo.


Además localizamos aves vistosas, como este guacamayo rojo.


Arañas de aspecto poco confiable, como para huir de ellas, estas siempre más a mano.


O este precioso pechoamarillo.

Una pequeña cascada en el interior de Corcovado

Después del bosque, la playa y una pequeña ruta para ver animales, llegó el momento de la excursión a la cascada con opción de baño. No era muy grande aunque el paisaje resultaba agradable. De camino, el guía nos señaló una extensión de lo que calificó como bosque primario. Sorprendidos, le preguntamos si el de esta mañana no lo era. "No, era interesante pero no primario, en el primario no hay senderos". Quedamos un poco confundidos, ya que el tour vendía un tipo de bosque que entonces no puede visitarse. No era nuestra idea ni lo que habíamos leído, en el sentido de que en el bosque primario no ha habido intervención significativa del hombre, pero no era cosa de debatir con Jairo.

Cruce casi funambulista de un pequeño arroyo

El camino a la cascada tenía un  momento crítico en el cruce de un arroyo sobre piedras sueltas, ayudados por un cuerda que tensa hubiera servido de algo. En el grupo hubo quien se dio la vuelta para evitar riesgos y otros pasaron. A la vuelta, el cruce no fue tan bien para alguno, pero no puede relatarse pues lo que ocurre en el viaje se queda en el viaje, como en el Camino de Santiago. Pero lo que pasó, afortunadamente, no tuvo consecuencias. Mientras eso sucedía, Jairo se estaba bañando, fue el único que lo hizo, y no se enteró.


De regreso a la playa descansamos un rato y llegó el turno de la comida. Montaron un bufé una mesa y nos servimos con libertad verduras, pollo limpio en un guiso, muy rico, algo parecido a una ensaladilla, arroz, verduras, fruta de postre y jamaica para beber. Estuvo bien y abundante.

Acabada la comida, Jairo nos explicó que tenía urgencia en regresar y que se volvía ya. Dijo que otro guía se haría cargo de nosotros, pero en ese momento no estaba allí. Quedamos desconcertados, pero qué le íbamos a decir. 

En la playa localizamos un cocodrilo semi camuflado entre la arena y la espuma

Así que durante más de una hora dimos una vuelta paseando por la playa, en cuyo extremo localizamos un cocodrilo. Nos habían dicho que solían aparecer por allí, pero nos lo tomamos a broma y no lo era. Aclarada la veracidad de su  presencia, nos fuimos de allí y esperamos el momento del embarque atentos, no fuéramos a quedarnos en tierra. En ese momento fuimos conscientes de que Jairo había organizado las actividades pensando en regresar pronto. Los demás comieron y después se acercaron a la cascada, nosotros hicimos a la carrera todas las caminatas. No fue grave pero habíamos pagado cien dólares per cápita.

Y así concluyó la excursión. Ya en el alojamiento, Kendal se escandalizó "¿y si a alguno de ustedes les pasa algo y el guía se ha marchado sin concluir el tour?".

Pero al margen de lo que no pasó de una anécdota, el día fue estupendo, el paisaje de vuelta a Bahía Drake chulísimo, una vez en esta población nos dimos un baño en la playa, bien pero el agua no nos pareció especialmente limpia. Y ya de regreso a casa, chinchimonis en un bar que nos había recomendado la sobrina de una de las viajeras, el Cocó Cafe, que estuvo por aquí hace unos mesess, un sitio majo.

En la playa del Rincón de San Josecito, listos para iniciar la caminata playera

Para el día final en Bahía Drake decidimos repetir la experiencia de Manzanillo y hacer un recorrido por nuestra cuenta por sus playas, una mezcla de caminata y turismo por una zona de paisaje espectacular. Por medio de Kendal gestionamos un taxi  que nos llevó por la mañana a la playa del Rincón de San Josecito, a unos kilómetros de nuestro pueblo. Y fue un largo trecho ya que la carretera, en su totalidad de tierra, da vueltas por el interior de esta península en las que atraviesa dos ríos directamente por el cauce.

La inmensa playa del Rincón de San Josecjto

La playa resulta impresionante, tiene nada menos que un kilómetro y medio de arenal, una pasada, y totalmente vacía, una enorme sensación de tranquilidad.


Por el camino vimos algunos corredores aislados por la carretera, y el chófer nos explicó que se estaba disputando por allí The Coastal Challenge, una prueba de trail muy dura que se alarga durante seis días entre Quepos y Bahía Drake. De hecho, en la playa del Rinconcito había un control y avituallamiento donde verificaban el paso de los deportistas. En total cubren 227 kilómetros a través de selvas, montañas, ríos y playas, muy duro. Las etapas diarias oscilan entre 24 y 53 kilómetros, y la de ese día era una circular Bahía Drake, San Josecito y vuelta a Bahía Drake. Estaban inscritos cien participantes, pero siempre se producen muchos abandonos.


Para  nosotros fue una suerte, ya que cada poco veíamos pasar a algún participante. En dos ocasiones tuvimos que descalzarnos para cruzar pequeños riachuelos.

Marcas rosas en el camino del trail

Pero lo mejor fue que cada poco veíamos colgadas cintas rosas de árboles para indicar la ruta a los participantes. Como era la misma que la nuestra, no tuvimos que preocuparnos, imposible perderse, como si fuera el Camino de Santiago.


Así que empezamos a recorrer arenales en medio de una mañana tranquila y muy solitaria.


Cada rato el camino se internaba en la vegetación. No era posible pasar en todos los casos de una playa a otra por accidentes geográficos, montañitas, rocas, cortados, lo que fuera. 


Hacía mucho calor y la humedad disparada, nos daban casi pena los deportistas, una carrera tan difícil en condiciones para nosotros extremas. Nosotros sudamos de lo lindo, no queremos imaginarnos como les fue a ellos. Hubo momentos más difíciles, con el camino lleno de raíces y embarrado, con riesgo de caídas.


Nosotros no teníamos prisa, íbamos a nuestro ritmo, disfrutando del paisaje, excepcional.


Descansando cuando nos apetecía. O preparando escenarios para las fotografías automáticas de todo el grupo. Iba a ser un paseíto, pero finalmente hicimos quince kilómetros.


A última hora de la mañana, localizamos una playa muy atractiva, Caletas, en la que habían montado un vistoso glamping con una serie de amplias tiendas de campaña y un comedor-bar en el que tomamos unos zumos. Hubo en el grupo quien se enamoró del lugar, pese a los inconvenientes de tener que ir a los baños comunes en medio de la noche, llueva o no, por ejemplo. Antes de irnos, varios decidieron darse un baño que resultó genial, con el agua ligerísimamente fresca y más limpia que en Bahía Drake, y las palmeras rozando el agua. Un gustazo.


La mañana discurrió sin incidencias y ya cerca de Bahía Drake apareció el consabido puente colgante que nunca falta, en realidad dos. En las afueras del pueblo encontramos un restaurante con buena pinta que ya había concluido las comidas, era primera hora de la tarde, pero no desaprovechó la oportunidad de atender a un grupo de seis paseantes. Justo cuando nos sentamos comenzó a llover y fue un buen chaparrón.



La comida en Claudio´s estuvo normal, ni bien ni tampoco mal, al precio de 25€ cada uno por un plato y bebida. Aquí tuvo lugar la anécdota de la sangría que no hemos olvidado. La vimos anunciada a 10$ y decidimos pedirla... en la creencia de que se trataba de una jarra para varios. Pero no era así, en Costa Rica una copa de sangría cuesta esa cantidad. Le expresamos nuestra sorpresa al camarero y le dijimos que en España por ese precio pueden darte una jarra. Respuesta: "Bienvenidos a Costa Rica", o sea, este es un país caro y más vale que se vayan dando cuenta.

Esperando que subieran nuestras maletas al barco en la playa de Bahía Drake

De esta forma terminó nuestra estancia en Bahía Drake. A la mañana siguiente nos llevaron a la playa para volver en barco a Sierpe. De nuevo hubo que madrugar. Recogida en los apartamentos a las siete y media y a las ocho y veinte salida en barco

Segundo desayuno en Sierpe, allí nos encontramos con nuestro conductor

Una vez allí, desayuno y largo viaje a San José con el mismo chofer que nos había traído desde Quepos. No era muy hablador pero si profesional, y dueño de una empresa con trece vehículos. Se llama Shuttle Sierpe, recomendable. A las 9:15 salíamos para la capital del país.

Antes de terminar, apuntar como fue el confinamiento de la pandemia en Bahía Drake, según nos relató Kendal. Al ser un sitio tan pequeño, la gente salía a la calle, procurando no mezclarse demasiado, y con permisividad general. De esta forma fue más llevadero. Además, hubo una gran solidaridad pues al desaparecer el turismo se evaporó la casi única fuente de ingresos. Nuestro hospedero aseguró que eso generó una gran unión entre los vecinos, antes no existente, y que se mantiene. Y encima no hubo ni un solo caso de covid. Tuvieron mucha suerte. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario

1) Antigua, la puerta colonial de Guatemala

 Antigua, como su nombre sugiere, fue la primera capital de Guatemala (1543-1773), título que perdió tras una sucesión de terremotos que lle...