viernes, 24 de enero de 2025

3) Chichicastenango, el mayor mercado de Centroamérica

Chichicastenango se transforma cada jueves y domingo. Esos días todo el centro urbano alrededor de su plaza principal se convierte en un gigantesco mercado al aire libre, considerado el mayor de toda Centroamérica. Se ha convertido en su principal (y enorme) reclamo turístico y motivo de nuestro desplazamiento a Chichi, que obviamente fue en jueves.

Así que salimos pronto de Pana, para estar en Chichi sobre las diez de la mañana (hora y media de viaje aproximada) y recorrer con calma esta población hasta las 13,30 para después regresar. En la práctica iniciamos la vuelta una hora más tarde por incomparecencia de nuestro chofer, pero no era cuestión de protestarle: no teníamos prisa y mientras seguimos viendo el espectáculo de turistas y puestos.

Amalgama de puestos en la plaza central, con toldos para protegerse del sol

El viaje resultó muy baratito, 600 quetzales los seis (75€) solos en la furgoneta. Nos llevó un transportista de Pana con el que regateamos, y así quedó. Supusimos que durante la mañana aprovechó la estancia para cuestiones o negocios suyos, hasta el punto de que nos tuvo esperando.

La conversación durante el trayecto discurrió por unos derroteros insospechados, y todo empezó a cuenta de un refrán suyo: Machete estate en tu vaina, que nada te pasa. Significa que conviene no esgrimir armas para evitar problemas posteriores, algo de importancia en Guatemala, donde en las zonas rurales muchos hombres caminan con un largo cuchillo colgado del cinturón. Estos machetes se exhiben en los escaparates de las ferreterías con amplia variedad de tamaños.

Al hilo de las armas salió el tema de la violencia y una expresión desconocida para nosotros, dar chicote, apalizar o directamente matar a alguien. El conductor nos explicó que tiempo atrás había mucha violencia en la zona y que ellos en las carreteras lo pasaban mal. "Un día aparecieron en una vía cercana a Pana tres delincuentes. Pararon un vehículo de transporte para pedirle una mordida a cambio de `protección´ . Como se negó, lo mataron de un tiro para dar ejemplo. Pero la reacción fue inmediata; la gente se enteró, se bloquearon las carreteras y caminos, fueron localizados y los mataron a los tres, y después los quemaron".

Según nos contaba la historia estábamos cada vez más impactados, ya que parecía estar de acuerdo con esta forma de justicia popular primitiva. Tímidamente sugerimos que lo sensato en estos casos es avisar a la policía, pero nos miraba con escepticismo, poniendo en duda la capacidad y la voluntad de la Policía Nacional Civil. Al final no quedó otra que preguntarle sí estaba de acuerdo con hechos de este tipo. Sin dudarlo dijo que sí y, como supremo argumento, que la situación no se volvió a repetir. "Es la forma eficaz de luchar contra la delincuencia, la vieja justicia de los indígenas". Dejamos el tema, nunca podríamos entender estos asesinatos en plan Fuenteovejuna, pero tampoco hemos vivido situaciones de violencia ni residido en Guatemala.

Respecto a su historia personal, lo ya escuchado: familia muy humilde, con 5/6 años tuvo que ponerse a ayudar y luego a trabajar, de mayor tuvo un tuk tuk pero ganaba poco y ahora tiene dos vehículos, le ayuda su hijo mayor (17 años) y también un servicio de comidas que atiende su mujer. Una situación desahogada para una familia de ocho, pero todos trabajando duro.

Al hijo mayor lo conocimos, apareció a buscarnos en el hotel al volante de la furgo. Parecía muy joven y nos preocupó que fuera a llevarnos a Chichi, pero simplemente cubría a su padre mientras este desayunaba. No nos llevó a nosotros pero sí a otras personas, pues conduce a diario el segundo coche de la casa, también con turistas. 

Empezando nuestra visita a la meca del mercadillo

Al dejar al conductor seguimos sus indicaciones y en unos instantes estábamos inmersos en el mercado, que de hecho engulle a la población esos días.

Maremágnum en Chichi, una ciudad transformada en mercado por unas horas

Calles y más calles con puestos, tiendas abiertas al exterior, vendedores ofreciendo su mercancía y toldos y plásticos protegiendo del sol, invitaciones a entrar, a ver, a comprar, ruido y multitud, pero ordenado.

Algunas zonas están cubiertas y hay también puestos de comida

En varias partes los comercios están a cubierto, en lo que parecen mercados permanentes, y casi en su totalidad las personas que los atienden son indígenas.

La vestimenta indígena es una oferta permanente


Donde pudimos subimos a una altura para intentar retratar este complicado e indefinible mercado.


También llama la atención el recinto de las frutas y verduras, que suponemos funciona a diario en un mercado al uso.

Verduras, frutas y hortalizas, la variedad no tiene fin

La oferta es variada y amplia, presumiblemente de productores de la zona. Pero aparte de la visión colorista y poética, localizamos otras zonas donde ofrecían cestos de carne, pollo y otras, expuestas al aire libre sin frío ni cubrición. Daba miedo pensar en sus condiciones higiénicas y sanitarias, pero allí parecía normal. Y era un día caluroso.



La escalera de acceso al segundo piso del mercado de la fruta está decorada con vistosos grafitis. Algunos son artísticos, pero otros tienen mensaje.


Como el que refleja las batallas de la conquista, dejando en evidencia la desproporción entre españoles y nativos.

Pese al mogollón, el género se veía ordenado

Habíamos dejado pendientes la compra de regalos para aprovechar esta visita, por lo que nos entretuvimos viendo productos de artesanía y tejidos (camisetas, manteles, bolsas de viajes, máscaras), realmente bonitos. Los precios no eran caros para nosotros, pero el regateo irrenunciable, por lo que hicimos diversas adquisiciones tras un tira y afloja.


Caminando a ciegas llegamos a la que debía ser la plaza central, pero la invasión de puestos y plásticos hacía imposible confirmarlo. La iglesia principal de la ciudad, Santo Tomás de Chichicastenango, de mediados del siglo XVI, confirmó donde estábamos.

Ritos con incienso en la puerta del templo

Cuando llegamos se estaban quemando incienso y realizando ritos, una práctica habitual por parte de sacerdotes mayas.

La inmensa mayoría de la población presenta rasgos indígenas

Para nosotros era una visión diferente, pero para los indígenas que por allí pasaban, en su mayor parte entrando o saliendo de la iglesia, no les llamaba la atención. Las sucesivas quemas llenaban todo de humo con las escaleras renegridas. Chichicastenango es una población importante para los mayas, aquí se descubrió en el siglo XVIII el Popol Voh, texto sagrado que documenta la creación de la humanidad de acuerdo a su visión.

Dieciocho escalones para entrar a la iglesia, los meses del calendario maya

Pero todo era parte de una actividad habitual, a poco metros de numerosas vendedoras de flores. En Guatemala durante la colonización española ha habido una coexistencia entre las creencias mayas y el catolicismo, y de hecho dentro de la iglesia hay lugares para ofrendas a santos pero también a espíritus. Frente a la iglesia se encuentra la capilla del Calvario del Señor Sepultado, a la que, según la cultura maya, se acude para contactar con los espíritus de los antepasados. Y los 18 escalones de la iglesia señalan los 18 meses del calendario maya.


Dejando atrás el espectáculo de olores, humareda y creencias tradicionales, volvimos a sumergirnos en el mercado, que parecía no tener fin. Todo ello en medio de una sensación de tranquilidad pese al abigarramiento, la multitud y los estrechos pasillos y pasadizos en los que nos movíamos.


Llegado el momento pusimos rumbo al cementerio de la localidad, que habíamos leído merecía la pena y estaba relativamente cerca. Allí se honra a los difuntos entre rituales mayas y católicos, y tumbas de singular cromatismo.

Los colores de las tumbas hacen referencia a la persona allí enterrada

Pero los colores de los nichos no son casuales ya que la muerte tiene sus tonos: blanco para los padres, turquesa las madres, amarillo para los abuelos, y rosado y celeste para niñas y niños. El conjunto es espectacular y llamativo, pero todo siguiendo cánones, de acuerdo con la visión de la etnia quiché de esta zona del país.

La visión del cementerio produce alegría, diferente a los nuestros

Tiene un punto caótico este camposanto, pero a la vez vital, y es habitual la presencia de chamanes ofreciendo plegarias y quemando incienso. Y en las fechas de Todos los Santos, la actividad se dispara, aunque eso no lo vimos.

Cansados ya  de dar vueltas, al salir del cementerio buscamos un lugar donde descansar y reponer líquidos. Localizamos una antigua casa colonial ahora hotel museo Mayan Inn, con un patio espectacular. La decoración resultaba vistosa y los salones atractivos y acogedores, como de parador español.

Reponiendo fuerzas tras una activa mañana comercial

Allí echamos un rato, aprovechando para nuestra diaria partida de chinchimonis en un ambiente digamos refinado.

Segundo edificio de Mayan Inn, igual de atractivo

Al buscar el baño antes de marchar descubrimos que al otro lado de la calle empedrada había un edificio similar, también con patio, donde están las habitaciones de esta impresionante posada. Eran muy parecidos.

Mujeres vestidas con la indumentaria típica , saliendo de la zona del enorme mercado a la hora del mediodía

Se acercaba la hora de volver a Pana, por lo que atravesamos Chichi en dirección al punto de encuentro. La visión de esta población, pequeña, unos 6.000 habitantes pero cabecera de un enorme municipio de 150.000, seguía siendo mayoritariamente indígena.

Patio del hotel Santo Tomás, vieja casona colonial y hoy quizás el mejor de la villa

Y mientras esperábamos nuestro transporte junto al hotel Santo Tomás, también una impresionante casona de piedra de los tiempos coloniales, presenciamos el ir y venir de numerosos transfer con los turistas que había acarreado a primera hora de la mañana. 

Loros y guacamayos en el patio del hotel Santo Tomás

Curiosa representación de caras en la pared del hotel

En su escalinata y en este patio muchos viajeros hacían tiempo, igual que nosotros, el típico lugar de encuentro pero muy agradable. En el hotel nadie ponía pegas a semejante invasión.

Maletas, sacos y paquetes, todos en la parte superior para liberar espacio

Vimos llegar y marcharse numerosas furgonetas. También autobuses con personas locales. En cuanto llegó nuestro chofer, vuelta a Pana y a preparar la maleta, que al día siguiente nos marchábamos a Ciudad de Guatemala. Dos días después nos esperaba Costa Rica, segunda parte del viaje. 

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