Después del chute de parque nacional en Tortuguero, en Manzanillo decidimos también ver naturaleza, pero nos resultó suficiente con la que teníamos a nuestro alcance (en etapas posteriores, La Fortuna, Quepos, ya recorreríamos otros parques nacionales). Lo decidimos tras conocer las espectaculares playas existentes entre Manzanillo y Puerto Viejo, unos arenales magníficos, con árboles y palmeras casi hasta el mar, limpias, naturales, de arenas suaves y agradables. Una maravilla.
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Playa junto a nuestra casa en Manzanillo, espectacular |
Antes de conocer estos arenales habíamos llegado en el transfer a la casa alquilada en una zona rural a dos o tres kilómetros de Manzanillo. Como no teníamos coche propio (cuando reservamos el alojamiento la previsión era alquilar) para ir al pueblo no había otra opción que taxi o tuk tuk o caminar, cosa que hicimos, y a Puerto Viejo fuimos en un bus interurbano.
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Exterior de Green Lapa's, nuestro alojamiento |
El
Green Lapa's es una vivienda moderna, toda acristalada y bastante nueva. En el lugar nos esperaba Tommaso, un italiano de Roma cuya familia emigró a Costa Rica cuando él era adolescente. Motivo, su padre trabajaba en un banco y decidió un cambio radical de vida. Eso nos contó. Por tanto, en su caso ha vivido la mitad de su vida aquí, sus padres tienen una panadería, está contento y se considera costarricense. Viajan de vez en cuando a Italia, pero tiene claro que su hogar está aquí.
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Hablando con Tommaso (centro) delante de la casa, con las paredes todo cristal |
Llegamos algo antes de la hora convenida y todavía la estaban limpiando. Ante ello, Tommaso nos dio la indicaciones además de algunas pinceladas de su vida. Explicó que los dueños son chilenos y que él se encarga de gestionar los alquileres, pero desde hace solo unos días. De hecho, era la primera vez que atendía a unos clientes. Nos trasladó los detalles principales para usar la vivienda y la clave de acceso, y nos fuimos a dar una vuelta por la cercana playa para que terminaran de ponerla en ruta.
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Vista del exterior desde una de las habitaciones |
Con Tommaso y su cuñado tendríamos más contacto durante los tres días de estancia ya que la wifi no iba bien y dejaba de funcionar, problema importante. Se arreglaba y volvía a fallar, fue un poco latoso pese a su buena voluntad.
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Salón-cocina de Green Lapa's, cómodo y luminoso |
La casa tenía un diseño moderno, con la planta baja ocupada por el enorme salón-cocina y una habitación.
En la parte superior, otras dos habitaciones en los extremos conectadas por una pasarela sobre el salón, tres baños en total. Chula.
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Zona verde arbolada en la urbanización donde se ubicaba nuestra casa |
Tommaso había sido muy honrado. Antes de llegar nos advirtió que habían iniciado la construcción de una casa muy cerca, y que el ruido de la obra podría molestarnos, por si queríamos anular la reserva. Lo valoramos y seguimos adelante. En realidad el ruido era durante el día, y solo estábamos en Green Lapa's desde la caída del sol y nos marchábamos tras desayunar. Pero fue un detalle.
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Caminar por estas playas era un gustazo, relajaba y casi emocionaba |
Ese primer paseo antes de ocupar la casa nos encantó, lo disfrutamos, la playa era de una belleza casi completa y además el mar parecía bañable a pesar de las olas. Decidimos que lo probaríamos.
En este paseo por sorpresa nos topamos con los restos de un naufragio, algo que parece un clásico. Hemos visto casos parecidos en Namibia, en Chipre, donde pasado el tiempo llegan a convertirse en atractivos turísticos.
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El barco Panamá lleva ocho años encallado en la playa cercana a Manzanillo |
No hay mucha información sobre lo que le pasó a este barco. El naufragio ocurrió en 2017 después de salir del puerto de Moín cargado de arena y piedra con destino a la isla de San Andrés.
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El Panamá está muy oxidado e incluso ha sido redecorado |
Lo más sorprendente es que podría seguir con combustible en sus depósitos, según supimos por You Tube, por lo que tarde o temprano todo terminará en el mar. Especialmente con los frecuentes temporales que azotan la costa caribeña y su elevada salinidad. A la espera de lo que pueda ocurrir, las fotos del barco circulan por internet y se anima a visitarlo insistiendo en que se puede llegar en coche hasta muy cerca.
Y así, digiriendo tanta belleza y casi en completa soledad, decidimos volver a la casa para instalarnos. Teníamos ganas de estar dentro, nos había gustado desde el exterior.
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Manzanillo es una pequeña población y allí termina la carretera de la costa |
Un rato después estábamos caminando por el lateral de la carretera hasta Manzanillo, que resultó ser una pequeña población (3.500 habitantes) donde termina la carretera costera. A partir de aquí solo hay senderos que se introducen en la selva tropical. Dimos una vuelta y buscamos donde comer, lo que hicimos en
Mista Cook, junto a la carretera.
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Rica la comida en Mixta Cook |
Estuvo bien la comida y especialmente el pollo a la caribeña. Nos atendía una chica que cuando no estaba con nosotros cuidaba a un tranquilo bebé de siete meses.
El siguiente día lo dedicamos a Puerto Viejo, la ciudad más importante de la zona. Como no teníamos nada específico que hacer y nos sobraba tiempo, probamos con el autobús. La carretera estaba solo a unos cientos de metros de la casa y cerca había una parada. La operación salió bien y baratita. Antes habíamos desayunado en la casa tan ricamente las viandas compradas la tarde anterior en un pequeño súper de Manzanillo.
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Imagen de Puerto Viejo, población turística cerca del parque nacional Cahuita |
Puerto Viejo resultó una localidad volcada en el turismo, con sus playas, el cercano parque nacional Cahuita, los aficionados al surf y las olas más activas del país y el atractivo que ha tenido sobre un turismo llamemos hippy. Por lo demás, carece de una estructura urbana como tal, con calles sin aceras, casas bajas y una abundancia de locales de restauración, tiendas, oficinas de actividades para viajeros. Hicimos varias gestiones para el traslado dos días después a La Fortuna, quizás el más largo en Costa Rica, casi 300 kilómetros y una duración estimada superior a las cuatro horas. Los presupuestos iban de 400 a 500$, y Jair, que nos trajo de Moín, nos acababa de pedir 420$, y como le conocíamos contraprogramamos con 360$, que aceptó de inmediato. Asunto resuelto, mejor precio y conductor fiable.
En Puerto Viejo conocimos su playa, donde también encontramos una plataforma y un barco varados desde mucho tiempo atrás.
Eso sí, ambos de menor tamaño que el del día anterior, el Panamá. Muy cerca, algunos del grupo aprovecharon para darse un bañito, dado que aunque había bastantes nubes, la temperatura ambiental y la del agua resultaban muy agradables.
Y decidimos dar un paseo por un sendero junto al mar, donde encontramos, como siempre, árboles espectaculares
Sin embargo, al rato tuvimos que dar la vuelta ya que el camino se encharcaba y la vegetación y el agua impedían el paso. Sin problema. Habíamos leído que había una ruta que prácticamente cubría casi todo el tramo desde Manzanillo hasta Puerto Viejo, y planeamos hacerla al día siguiente. Así conoceríamos Punta Uva, quizás el arenal más famoso de la zona, que no nos defraudó.
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Comimos bien en El Sendero, pero querían propina por doble vía |
Y mientras tanto buscamos donde comer. Elegimos un restaurante junto a la playa, El Sendero, donde ofrecían cosas como pulpo o pargo, que no estaban mal pero a precios muy elevados. En este sitio aplican el habitual 10% de servicio, que equivale a la propina, aunque en algunos sitios de Guatemala o Costa Rica te pedían permiso para incluirlo, nosotros siempre dijimos que sí. Aquí, además, sugerían que dieras una propina suplementaria, lo que no aceptamos. Nos llamó la atención unos carteles a la vista de los clientes en los que prohibían al personal hablar por teléfono mientras trabajaban y otras restricciones de carácter interno, llamativo que estuvieran a la vista de todos, no daba muy buen rollo.
Y con poco más completamos la jornada. Antes de regresar en bus fuimos a una farmacia donde por la mañana habíamos comprado una loción antimosquitos natural. Después de irnos, comprobamos en la tarjeta de crédito que habían duplicado el precio. Por la tarde estaba abierta y reclamamos con el ticket, nos devolvieron el exceso sin problema pero sin pedir disculpas por el error.
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Volviendo a la infancia en las playas de Puerto Viejo y Manzanillo |
Al día siguiente, jornada de paseo playero con posible baño. Antes de irnos vino Tommaso, de nuevo por la wifi, que se había ido de noche, y a traernos la ropa que se había llevado para lavar. Le dijimos que no entendíamos que una casa moderna y de cierto nivel careciera de lavadora, y estuvo de acuerdo. Aseguró que le había dicho al propietario que había que ponerla. Quizás para compensar esa carencia y los problemas de la wifi, nos regaló el lavado. No era mal chico Tommaso.
La jornada fue realmente estupenda, un chute playero, pero por arenales excepcionales en los que la vegetación cubría la arena.
De esta forma estabas protegido del sol y se llevaba mejor la temperatura alta. Caminamos bajo palmeras y otros árboles, pisamos arena, sorteamos troncos caídos, momentazo.
En algunos puntos el mar llegaba tan arrba que había que descalzarse, más que un problema era otro aliciente. En otras los árboles estaban caídos, pero aún verdes, a punto de hundirse en la arena, pero ahí seguían.
Otras ya estaban en el suelo, casi como decorando la playa.
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Jugando a esquivar olas, así pasamos un buen rato a remojo |
Y cuando encontramos el lugar que nos pareció más adecuado, en Punta Uva, al agua. Había unas olas considerables y nos pasamos un buen rato jugando a esquivarlas, lo que no siempre conseguíamos. Revolcones y mucho disfrutar.
Nos traían el recuerdo de la playa de Patos, en Nigrán, famosa por sus olas aunque con el agua fría, no como aquí.
En otro lugar del paseo un vigilante nos había prevenido contra un mar traicionero, pero aquí nos pareció que no había riesgo. Y así fue.
Tanta actividad ocio-deportiva nos abrió el apetito. Así que dijimos adiós al mar y a la playa y buscamos donde comer. No fue fácil, el restaurante que encontramos por allí eran muy caros, y un paisano, que nos confirmó que abusaban con los precios, nos encaminó a otro en la carretera. Fue un buen paseo, y a pleno sol, pero terminó bien.
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Restaurante Selvín, buena comida, buen trato y precio razonable |
Terminamos en el restaurante
Selvin de Punta Uva, muy bien puesto, rodeados de vegetación, con una camarera encantadora y un precio razonable (18,5€ persona) con nuestros enormes zumos y alguna cerveza.
Tuvimos que dar un largo paseo para desandar todo el camino hasta la casa, pero lo hicimos contentos. En el arenal vimos a toda una familia de monos aulladores (a los que escuchábamos frecuentemente) andar por los árboles como si se dirigieran a la misa del domingo. Era curioso como los mayores ayudaban a los pequeños a manejarse por las alturas sujetándose a las ramas.
Y en algunos puntos, lagos formados por los riachuelos que vierten al mar.
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Pensando sin duda en el estupendo día en las playas de Manzanillo |
Nos vino a la memoria un paseo por otra playa de ensueño, siete años antes, en Nueva Zelanda, uno de los recuerdos mágicos del viaje al país en las antípodas de España. En la isla sur estuvimos en el parque nacional Abel Tasman y no hemos olvidado el largo recorrido por sus playas. También el de los arenales de Puerto Viejo a Manzanillo pasará a la lista de nuestros inolvidables.
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Descanso en medio de un paisaje excepcional |
Contentos y felices regresamos a la casa, que al día siguiente de mañana, sin madrugar, íbamos a salir para La Fortuna, la única parada en el interior en Costa Rica, y con un enorme volcán en la zona.
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