En Costa Rica nos hartamos de conocer su litoral, dentro de lo que se puede en dos semanas. A estas alturas ya habíamos cubierto las etapas del Caribe y de camino al Pacífico hicimos escala en su interior montañoso, en La Fortuna, zona conocida por el volcán Arenal. No es un tres mil como los de Guatemala, pero con sus casi 1.700 metros luce impresionante y es el faro de toda la comarca. Gracias a este parque nacional, La Fortuna es un relevante centro turístico.
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El volcán Arenal desde nuestro alojamiento, ahora lleva quince años sin actividad |
Solo estuvimos dos días en La Fortuna, en realidad uno y medio pues llegamos al mediodía del primero, aprovechamos a tope el segundo, y a la mañana siguiente salimos para Quepos. Sin embargo, supuso una ruptura paisajística y también de temperatura, bastante más llevadera aquí.
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Visitamos este salón abierto del hotel al llegar y no volvimos, el turista es una persona ocupada |
Nos instalamos en el
Encanto Arenal Lodge, hotel situado a varios kilómetros de La Fortuna, que reservamos también cuando pensábamos que tendríamos coche. Pero tampoco supuso un problema, pasamos por allí la tarde del día de llegada, cenamos en el restaurante Casa Torre (28€ con los postres), a menos de cien metros, y al día siguiente nos recogieron pronto para un tour muy completito por el parque nacional.
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Desayuno en el restaurante próximo al hotel más el café, bien |
El Encanto Arenal Lodge es un sitio más que correcto, habitación amplia y limpia, terracita y una pequeña cocina, y no llegó a 60€ habitación con desayuno. Para este refrigerio teníamos que ir al restaurante Casa Torre, donde igualmente hicimos las dos cenas. Dos hermanas muy jóvenes y amables atendían la recepción del hotel, y tan jóvenes, 16 y 18 años.
El viaje desde Manzanillo se desarrolló sin problemas, o casi, y duró unas cinco horas. Después de recogernos, Jair detectó un problema en la caja de cambios, lo que obligó a detenernos en Limón, donde radica la pequeña empresa de su tío, que solo tiene dos furgonetas, ambas idénticas. Llevaron la segunda a una gasolinera y nos cambiamos de vehículo. En el trayecto hicimos una segunda parada para un pequeño descanso, baño y visita al cajero para reponer colones.... y saborear otra vez el arroz con leche tico, tan rico.
La ruta por la carretera 32, que la están desdoblando para que tenga dos carriles por sentido, discurrió entre obras y atascos, pero Jair nos dijo que cuando acaben va a ser una gran mejora. A la salida de Limón vimos varias fincas enormes junto a la carretera llenas de contenedores, que Jair llamó previos, los sitios donde los almacenan antes de transportarlos en barco o bien cuando llegan hasta que se ponen en marcha a su destino. Puntos de almacenaje que normalmente están en los propios puertos, pero se ve que no tienen espacio.
También encontramos por primera vez policías de tráfico y coches detenidos para multarlos. Nuestro chófer nos dijo que no era nada raro en esos casos cambiar la multa por una compensación para el agente. Un rato después llegamos a una rotonda en esta ruta 32, quizás la primera que veíamos. Para nuestra sorpresa resulta que es una obra muy contestada y días antes hubo una manifestación de protesta, los conductores no la quieren porque les obliga a reducir la velocidad. A Jair tampoco le gusta, "en San José las están quitando, a ver por qué las ponen aquí". Sorprendente. Le explicamos que en España están por todos los lados, facilitan la circulación y son aceptadas. Nos miró un poco como si fuéramos raros.
El paisaje fue agradable y bonito todo el camino, con amplias extensiones de banano, piña, caña de azúcar y diversas hortalizas, todo verde en cualquier dirección. Y una vez en la zona apareció el volcán Arenal, imponente, aunque siempre con una bufanda de nubes al cuello.
Al llegar a La Fortuna nos dimos cuenta de que todavía faltaban unos kilómetros para nuestro alojamiento, y tardamos un rato en cubrirlos ya que la carretera se complicó por su estrechez, desniveles y un tramo sin asfaltar. Jair no hizo la menor protesta y le compensamos con una propina. Por wasap hicimos después una gestión para que el jefe de Jair nos llevara dos días después a Quepos (220 kilómetros, cuatro horas y media al menos), pero pedía 500€, lógico ya que su base está en Limón, muy alejada. Contactamos con un transportista local y nos quedó en 350€.
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Tractor bus para movernos en la zona empinada dentro del parque nacional |
Al día siguiente madrugamos para el tour por el parque nacional del volcán Arenal. Desayunamos a la hora más temprana posible, las 6:30, ya que vendrían a recogernos a las 7:30, pero se adelantaron nada menos que veinte minutos. La excursión ocupaba todo el día, comida incluida. Hicimos la reserva con la empresa local Red Lava, que se encarga de llevarla a cabo con instalaciones de Mundo Aventura. Coste: 95€ persona, tarifa tica, carilla. Pero en honor a la verdad resultó muy completo.
Desde nuestro hotel fuimos recogiendo a otros excursionistas por distintos alojamientos y completado el proceso fuimos a la sede de Mundo Aventura. Allí nos dieron instrucciones y curioseamos por su tienda, todo a precio tico y más, con el botellín de agua mineral 3,5€, como en un aeropuerto. También conocimos a los dos guías que vendrían con nosotros, ambos habladores y divertidos, unos personajes. Un hijo de guatemalteco y costarricense, Marcos, y un tico indígena, Cristian, aunque todos lo conocen por Nano, que no podía hablar sin reír, daba buen rollo. Ambos trabajan para Red Lava, a cuyo propietario, un holandés, conoceríamos al final de la tarde.
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Iguana tomando el sol en el parque nacional |
Mientras esperábamos nuestro turno en el tractor bus, Nano sacó sus visor prismático y en pocos minutos divisábamos con claridad una hermosa iguana, que a unos doscientos metros tomaba el sol plácidamente. Un ejemplar hermoso.
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Murciélagos descansando en una hoja de palma |
Y justo al lado de donde nos encontrábamos, en una palma, aseguró que había en el interior de sus hojas una colonia de murciélagos tamaño mini. Estaban solo a unos tres metros de altura, pero por la semioscuridad resultaban invisibles. En cambio con el visor pudimos fotografiarlos claramente. Un buen inicio del día.
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En el mirador con la cascada al fondo antes de iniciar la ruta |
La primera etapa del día era uno de los platos fuertes y exigía un esfuerzo físico importante. Se trataba de descender cientos de escalones para llegar a la cascada La Fortuna, y luego regresar, obviamente.
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El salto de agua rompe la monotonía verde del bosque |
Empezamos el descenso de lo que al final serían 690 escalones hasta la cascada por el sendero final alejado del río, bastantes más de los que figuran en internet. Pero lo importante no es el número, elevado, sino que los había de todos los tamaños y muchos estaban descolocados o deshechos, lo que dificultaba el descenso.
Cómo no, encontramos algún puente colgante, para alegría del miembro del grupo que los detesta por su vértigo. pero no le quedó otra (una vez más) que superar el trago.
Había zonas con rampas, otras de arena embarrada, troncos y plantas por medio, con agua y charcos, en fin, que no era un jardín sino un bosque perteneciente al parque nacional.
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El guía Nano (derecha) dándonos algunas explicaciones |
Poco a poco fuimos acercándonos a la zona de la cascada y el guía nos ofreció dos opciones: el camino de la derecha para los que quisieran bañarse y por la izquierda los que prefirieran ver la cascada de cerca sin baño. Estos últimos cubrieron el resto del sendero, que todavía faltaba mucho, sin problema alguno.
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Cartel que da idea del conflicto existente |
En cambio, los que iban a bañarse se encontraron con una extraña situación. Al final, cerca de la cascada, había un puente que solo podían cruzar las personas de otros grupos. En cambio, los de Mundo Aventura debían hacer equilibrismo sobre piedras empapadas, peligroso. Ante ello, se dieron la vuelta y fueron a la base de la cascada por el camino de la izquierda.
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Zona de baño al lado de la cascada, un lugar bellísimo, pero con la escalera de acceso de madera de uso restringido |
En la foto superior se ve a personas de Mundo Aventura caminando sobre piedras para llegar a la laguna. En cambio, gente de otros grupos usaba la escalera bajar acceder con comodidad y sobre todo con seguridad.
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Chorro intenso y potente de la cascada de La Fortuna |
Indagamos con los guías, pero solo pudimos entender que hay un conflicto con gente importante detrás, una pugna en la que están implicadas fuerzas vivas, y se produce esta situación tan extraña y muy molesta para el turista.
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La cascada forma una laguna, pero llegar hasta allí por las piedras no es sencillo |
Pese a todo hubo gente que quiso y pudo superar las piedras y que se bañó en aguas frescas en medio de un ambiente húmedo y caluroso. Sin duda, un baño gratificante... en otras condiciones.
Y la cascada, un salto de agua de 70 metros de un río de cierto caudal, todo un espectáculo de belleza natural.
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Degustando piña natural recién troceada por los guías, sabrosísima |
En una zona techada junto al mirador el grupo se fue recomponiendo tras la caminata a la cascada, todos sudorosos y cansados. Para hacer tiempo y recuperar líquidos, los guías prepararon bandejas de piña que ellos mismos cortaban con mimo y esmero. Hubo para todos, para repetir y al final hasta sobró, fueron muy generosos.
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Cabaña con la artesanía de los indios malekus |
Tras la parte más física le tocó el turno a la étnica posiblemente con toques comerciales. El guía nos llevó a unas cabañas donde los indios malekus (hay 24 etnias indígenas en Costa Rica) venden productos de artesanía. Nano ya nos advirtió que "no eran baratos" y por algo lo decía.
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La india Zulai nos explicó como fabrican sus productos de artesanía |
Zulai, una india vestida para la ocasión con ropas tradicionales nos explicó cosas de la antigua vida de su tribu, de la que quedan solo 650 integrantes, de los productos a la venta y de la forma de fabricación. Había principalmente máscaras (todas por encima de los 100/150€) y algunas realmente bonitas, pendientes (sencillitos pero por encima de 20€), pulseras, platitos y cosas. Los precios nos parecieron disparatados pero allí no había opción al regateo y compramos un par de cosas de las de gama baja. Nos dio un recibo para que pagáramos en la oficina de Mundo Aventura con tarjeta. Allí tuvimos un pequeño incidente ya que nos cobraban comisión, nada menos que un recargo del 13 %, por usar la tarjeta, nos pareció una tomadura de pelo y encima habíamos comprado casi por compromiso. Dijimos que renunciábamos a la compra y la chica de la oficina finalmente nos la vendió sin comisión. No nos extrañaría que luego le hubieran cargado la comisión a a los malekus...
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De vuelta a la oficina para comer, el tractor bus no compareció |
Desde las cabañas indias teníamos que descender al camino para usar el tractor bus y retornar a la oficina de Mundo Aventura. Pero tras una espera el guía nos dijo que iba a tardar, ue podíamos volver andando, que no era mucho tramo. Así lo hicimos y resultaron varios kilómetros en los que empleamos una hora, pero el camino resultó bastante agradable y a la hora de comer teníamos apetito.
La comida no estuvo mal, un pequeño bufé con varios platos sencillos de verdura, frijoles, arroz, carne de res o pescado (tilapia), con un zumo de mango gratis y cervezas de pago. Decente y comimos a discreción.
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La excursión por el volcán la hicimos por la tarde |
Después de comer nos trasladaron en autobús a las estribaciones del volcán para una excursión de campo. Nos advirtieron que por el camino veríamos unas montañas peculiares.
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El indio dormido apareció con claridad cuando se despejaron las nubes |
Estaban cubiertas de nubes en varios tramos y no se veía nada, pero en un momento dado quedaron limpias y apareció ante nosotros con un gran parecido lo que se conoce como el indio dormido, realmente lo parece. Es muy popular y se ha convertido en una atracción.
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Grandiosa pose del volcán, un gigante en medio del valle |
El volcán ya dijimos que es de tamaño modesto. Sin embargo, parece el Himalaya en medio del paisaje más bien plano de La Frontera.
Aparcaron el autobús en un párking dentro del recinto del parque nacional y Nano se hizo cargo de nosotros. Nos llevó por un camino rural para explicarnos detalles del volcán y de su actividad.
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Acercándonos a pie al volcán |
Nos habló de la erupción de 1968, la última, cuando provocó 87 muertos, llevándose por delante dos poblaciones, Tabacón y Pueblo Nuevo. Después, hasta 2010, ha seguido expulsando material incandescente periódicamente. Llama la atención que en los años previos a 1968 se debatió si era un volcán extinto a fin de cambiar su denominación por la de cerro. Esa erupción, desgraciadamente, aclaró las dudas existentes. Mientras nos explicaba Nano estas cosas dimos vueltas por la base de la montaña, verde, arbolada, atractiva, viendo animales.
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Tucán en una rama junto al volcán |
Entre otros, este precioso tucán que se nos puso a tiro fotográfico durante un buen rato.
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Ascensión al volcán por un camino de lava de la erupción del 68 |
A continuación subimos por un camino de lava de la erupción mencionada, con el trabajo extra que supone siempre ir pisándola. Después, tras un descansito, vuelta al autobús.
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Los coatís abundan por todo el país |
Pero la excursión todavía no había terminado. El autobús, de bajada a La Frontera, paró en un chiringuito próximo a la entrada del parque donde nos ofrecieron café y galletas. Allí vimos a coatís merodeando en busca de comida desechada por los humanos. Poco antes, todavía en el parque, en unas fincas vimos grupos compactos, varias docenas de coatís en su ambiente. Vistos en manadas tan numerosas hacen menos gracia.
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Termalitas, un baño caliente para finalizar un día completito |
Por último, el bus nos traslado a un complejo termal llamado
Termalitas, donde tuvimos tiempo para darnos un baño caliente. Parte del grupo aceptó el reto y fue un rato estupendo que pasaron de una piscina a otra hasta que se hizo de noche. El resto se quedó en una terraza tomando una caña. Estos últimos entablaron conversación con un grupo de simpáticos ticos, veinteañeros o así, que habían venido de San José a pasar el fin de semana. Era última hora de la tarde de un domingo y apuraban el último rato. Bebían ron con sprite y se empeñaron en que lo probáramos, y lo hicimos. Parecían buenos chicos, y el combinado sabroso. Insistían entre risas en que
matizáramos, pero no entendíamos que querían decir. Finalmente desciframos que ese matizar viene a significar disfrutar. Y disfrutamos claro que sí de su amabilidad e interés por hablar con una panda de carrozas españolas.
Para regresar al hotel le rompíamos el esquema al bus, por lo que nos dijeron que el dueño de Red Lava, un holandés, se encargaría. Apareció con un monovolumen y fuimos charlando con él, lleva bastantes años en Costa Rica y domina el español. Nos contó que acababa de inaugurar un alojamiento de cabañas muy cerca de nuestro hotel,
Arenal 360, y alargó un poco la ruta para enseñárnoslas. La verdad es que eran chulas y le prometimos dar referencias si se daba el caso. Después, al Encanto Arenal Lodge, a cenar unas pizzas en Casa Torre y a dormir, que al día siguiente tocaba viaje, pero sin prisa, a las diez de la mañana. Viajar con conductores que conocen el terreno tiene sus ventajas, no hay que preocuparse del vehículo, de la ruta ni de casi nada. Muy cómodo.
Y respecto a La Fortuna, nos fuimos sin haber paseado por sus calles, pero tampoco lo sentimos. Era una población amable, bastante ordenada, nada que ver por ejemplo con Puerto Viejo, y con pinta de ser una ciudad joven sin interés especial. Después confirmaríamos que fue creada como quien dice ayer, en 1952. Como curiosidad, por la mañana uno de los guías nos dijo que semanas atrás en un suburbio por el que pasamos camino del volcán habían visto a un jaguar merodeando, lo que provocó una cierta conmoción, pero no atacó a nadie. Vivir en un país donde paseando por el campo te puede aparecer un jaguar lo cambia todo.
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